lunes, 17 de enero de 2011

Por el placer de volver a verla

Creo que lo he comentado en alguna ocasión por aquí: una de mis grandes aficiones es el teatro. Ya cuando estaba en el colegio/instituto miraba con admiración a los compañeros que se atrevían a subirse al escenario y ser otros durante el tiempo que dura la representación. Siempre pensé que era hasta cierto punto peligroso, porque yo creía que era necesario un gran conocimiento de uno mismo para ser capaz de desprenderte de todo ello y fingir ser otra persona totalmente diferente. Recuerdo haber contado mi teoría adolescente sobre el teatro a una de mis compañeras de clase de francés, que participaba en el grupo de teatro del colegio y que por lo que sé de ella ingresó en la Real Escuela Superior de Arte Dramático (RESAD). Ella me miraba un poco incrédula: para ella era divertido y no había pensado mucho sobre ello hasta ese momento. Para mí era realmente mágico, muy difícil y meritorio, y no me atreví a subirme a un escenario entonces. Cuando llegué a Badajoz me apunté al grupo de teatro de la universidad, pero soy tímida y, aunque era divertido, no acabé de encajar. Eso, unos horarios un poco raros y una carrera bastante exigente me dieron la excusa para dejarlo.

La siguiente oportunidad que tuve fue en colegio mayor en Madrid, y esa vez no la dejé escapar. Allí luchaba todos los miércoles contra el miedo escénico y el pánico por ser el centro de atención durante un rato (se suponía que también sería bueno para mi trabajo aunque creo que no ha tenido mucho efecto). El resultado fueron tres obras de teatro -una de ellas como protagonista-, grandes amistades que por ahora superan el paso del tiempo, involucrar en el juego a quien tanto me quiso (y que siguió/sigue actuando) y aprender a disfrutar del teatro. Desde entonces, siempre que tengo la oportunidad me asomo a las salas, y me encanta.


Con el cambio de año me picó el gusanillo otra vez y siguiendo la recomendación de unos amigos y los miles de carteles que empapelaban Madrid, me fui con una amiga a ver Por el placer de volver a verla, una obra realmente buena que ha cosechado grandes críticas. Tanto ha sido el éxito que en marzo encaran su tercera temporada. Ya había visto a la pareja protagonista en Hoy: el diario de Adán y Eva de Mark Twain, una obra que me encantó, así que no podía dejar pasar esta oportunidad.


No había querido leer mucho sobre la obra y la verdad es que me dejé llevar por la recomendación y el precioso título... No defraudó, más bien me sorprendió, mucho y muy gratamente. Yo, con mi espíritu sensible más sensible que nunca, entré perfectamente en el juego desde el principio de la obra y reí y lloré como estaba esperado según el guión. Y volví a experimentar la magia del teatro... tanto que ya estoy pensando en la próxima obra! ;-)

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